Good morning, Bangladesh!

(Crónica de urgencia de nuestro enviado especial al corazón de la guerrilla cruyffista-guardiolista-laportista en el sudeste asiático, Rigoberto Escoria) 

Amanece en la terraza del restaurante del Hotel Ambassador de Dacca. Desde la calle suben olores de fritanga, rondos con balón y populacho. En una sola palabra: de pobre. Me acomodo batráciamente en la butaca del lounge y hago señas al camarero morenito para que se dé prisita en traerme otra copa de la bebida nacional, el yintoni. Este famoso elixir reconstituyente bengalí es la base del desayuno de todo buen reportero hymbestigador y, además, ayuda a pasar la resaca de los otros muchos yintonis que se sirvieron anoche, hasta hace un rato para ser exactos, en la fiesta de recepción a los corresponsales extranjeros que dio el Menistro de Información y Propaganda de Bangladesh, el venerable y ladeado Sengh Yorcond Edegodoh.

Delta del Ganges y campos de cultivo del yintoni

Tras una rápida ducha y una breve cabezada, me dirijo a primera hora de la mañana, a eso de las 13:30, a reunirme con el jefe de la Unidad Yennurmalesca de Lucha Contralaportista, el comisario Sangh Tipoya. Es un hombre alto, apuesto, decidido, de rasgos áureos, de discurso cíclico y moral elástica. Rompo el hielo con un par de regalos de vengodepartedeleo: la bandeja de aperitivos del Barça y el folleto de los puntos estrella de la Caixa. Con el entrevistado ya relajado, mi instinto de periodista gacetillero hace que me lance directamente al meollo del asunto.

-Puta Laporta, ¿verdad?

Eso siempre. Es un cáncer de sida en nuestra próspera y gloriosa nación. No hace más que tocar los cojones y pasarlo bien. Sus seguidores dicen que levantó al país de la mierda pero lo que hizo fue remover los cimientos de la sociedad y poner en duda todos los valores fundacionales de la religión oficial del estado, el sagrado nuniyismo. Que sí, que ganamos un par de veces el Festival Asiático de la Canción, ¿pero a qué precio moral y ético, eh?

-Resumiendo, ¡puta Guardiola!

Efectivamente. Otro fallo del sistema. Es un elemento muy peligroso, siempre trabajando en la sombra para derrocar al gobierno. Creemos que se encuentra conspirando en el extranjero preparando su retorno, y por eso la Guardia Botiguerista de Fronteras está desplegada en alerta máxima 24/7. Maldita la hora en que comandó las gloriosas fuerzas armadas patrias. La guerrilla, formada por algunos batallones desertores que no aceptaron el sagrado mandato de las urnas, alega que impulsó la modernización del ejército y eso nos permitió derrotar a las tropas enemigas una y otra vez. La verdaz es que tuvo una suerte infinita con una generación de soldados irrepetible, aunque un poco mariquitas que andaban tocándola todo el día. ¡Más tendría que haber ganado! ¡Soldados con cojones y músculos es lo que necesitamos! Pero no sufra, ya estamos haciendo todo lo posible para borrar su legado. ¿Stalin con Trotsky? Un aprendiz.

-Deduzco entonces que ¡puta Cruyff!

Por supuesto. ¡El funeral de estado no nos lo creímos ni nosotros, ja ja ja! Ayer mismo estuve escupiendo en su tumba. Mi amigo el coronel Kar Ol-Mariush, del Servicio Especial de Mamporreros de la Casa Real, siempre que puede va allí a hacer sus necesidades fisiológicas. Compréndalo, han sido muchos años adoctrinando a las masas mongoloides en las enseñanzas del Maestro Nun Ies para que vengan ahora estos jipis a revolucionarnos al personal.

A continuación, el comisario Tipoya nos ilumina durante varias horas el bulbo raquídeo con la exitosa filosofía nuniyista, mejorada por el elocuente profeta y mártir de la justicia, San Dorusey y su apóstol mermado venido de Oriente, Nobita.

Terminada la charla, regada con cuatro o cinco yintonis, el balbuciente uniformado de nariz gótica me invita a acompañarle en una redada de la unidad antiinsurgente en busca de hackers de la guerrilla. Nos guía el sargento Marshalor Ente, un voluntarioso servidor público conocido en la unidad por tragar sables de a metro sin pestañear. Abandonamos en una lujosa limusina la parte alta de la capital para adentrarnos en los suburbios más infectos, donde habita la plebe amorfa necesitada constantemente de guías y consignas nuniyistas. En un callejón maloliente y mal iluminado, el sargento Ente y sus perros asaltan un cibercafé, detienen a los 15000 ocupantes y se incautan de avanzado material tecnológico utilzado por los renegados en la guerra electrónica, como ordenadores Spectrum, faxes, cuentas de tuinskels y bloffs rebeldes.

Miembros de las fuerzas contralaportistas en plena faena

Para celebrar este gran éxito, los agentes reparten unos cuantos centenares de yintonis entre sus compañeros y un par de peñas de sosiyayus (la casta más venerada del país) congregadas. "Ni un puto día de tregua" grita Sangh Tipoya, "el país es nuestro por decreto divino" sigue gritando en una encendida arenga a sus biliosos subordinados Acto seguido, entonan todos las notas del himno nacional, "Patrimoni, dinerus, madriditis".

Acaba esta extenuante jornada de trabajo y la crónica desde el Real Club de Polo de Dacca con este reportero probando la novedosa terapia de relajación que hace furor entre la élite de la Bengala Oriental, la maceración en yintoni. Se trata básicamente de sumergirse en una piscina llena de yintoni y esperar, entre sorbo y sorbo, a que los jugos de la satisfacción del deber cumplido y del destino marcado, que reserva el papel en exclusiva del regir los destinos de millones de infelices, acaben de aniquilar los últimos escrúpulos que puedan quedarles a aquellos que ejercen indefendibles papeles de mierda en la defensa platolentejil de causas y personas indignas.